Rojitas el picolero

Cerca de las 9 del viernes 27 de mayo último llegué hasta una vivienda ubicada en calle J. Silveira 197, en el barrio Villa Alta de Puerto Iguazú. Fue Ricardo, un vecino, quien me informó la situación de un hombre abandonado. Allí, después de empujar una puerta de chapa sin picaporte, encontré a un anciano de aproximadamente 80 años -según la apariencia- a quien no reconocí de aquellas épocas cuando compraba el picolé y las masas dulces que ofrecía en la vía pública. Estaba sobre una cama, recostado, en deplorable estado de salud: desnutrido y abandonado aunque los vecinos y una rotisería acercaban una porción de comida diariamente.

Después de informar en vivo durante mi primera salida periodística matutina en Radio Cataratas, los minutos posteriores fueron sorpresivos cuando llegaba la información en referencia a la identidad del hombre que estaba abandonado en esa cama: era “Rojitas el picolero”.

Cerca de las 10:15 llegaron los funcionarios de la Dirección de Acción Social de la Municipalidad de Puerto Iguazú y también un medio televisivo local, la ambulancia y los referentes de la organización sin fines de lucro “Ropero Comunitario”. En ese momento, al encontrar el documento de identidad del hombre me enformé la edad de Rojas. Posteriormente, el antiguo vendedor de picolé y masas dulces tenía 82 años, según me relató la licenciada Patricia Venialgo que se encontraba en el lugar representando al municipio. Ante la consulta del periodista Edgardo Barcuk, mi compañero de trabajo en los estudios de la radio, la funcionaria informó: “el hombre se llama Leonido Rojas, pudimos encontrar su documento y fue trasladado al hospital porque necesita cuidados, alimentos y asistencia integral de la salud”. También destacó: “Se verá la situación del Rojas para ver el cobro de su jubilación que sabemos se cortó y ver cómo se puede reactivar nuevamente”.

Cerca de las 11 la casa donde estaba Rojas permaneció sola, con los vecinos mirando y pensando que todo había terminado a favor del hombre abandonado que permaneció en la vivienda cedida por una familia solidaria de apellido Acosta.

Horas despúes, durante el sábado de tarde, recibí un mensaje en mi teléfono celular: “Hola Eduardo, te cuento que murió don Rojas, por abandono y desnutrición, terrible”. Segundos después me doy cuenta el motivo que no reconocí a Rojitas el vendedor de picolé que vendía en la esquina de la escuela 462 cuando iba a la primaria. No lo reconocí porque ya estaba muerto teniendo en cuenta su apariencia, totalmente diferente a los momentos donde se lo observaba caminar por las calles de Iguazú. Así es, muerto en vida en una habitación con mucho olor, humedad y sin comida. Una verdadera pena lo que tuvo que pasar el hombre los últimos tramos de su vida.

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